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Barranquilla. El empresario deportivo barranquillero es el invitado a  Esta es Mi historia.

Por: Ronald Soto Toncel.

Su gran sueño inicial fue ser odontólogo, pero por algunas circunstancias no pudo estudiar esa carrera. Y, como cualquier niño barranquillero, Carlos Javier Bolívar Meneses también quiso ser futbolista profesional. Jugaba bien, pero cuando se dio cuenta que sus condiciones no le alcanzaban para ser una figura, prefirió seguir con su pasión por ese deporte desde otras áreas.

Lo siguiente fue ser entrenador. Llevaba una carrera con proyección, llegando a dirigir en las divisiones menores de Junior y selecciones Atlántico, pero por una decisión de unos directivos decidió que más nunca sería DT.

En medio de eso descubrió que su gran misión en esta vida sí era dirigir, pero no como técnico, sino aprovechar ese liderazgo natural con el que vino al mundo para ser el director de orquesta de los proyectos que emprendería.

Recordó que desde niño ya organizaba y comercializaba. Cuando vio que muchos de sus 'hijos' quedarían 'huérfanos' por una decisión de Junior de acabar las categorías que él dirigía en las divisiones menores, se le vino a la mente la idea de crear la que ha sido su gran carta de presentación: la Escuela Barranquillera.

El profe Carlos Bolívar es nuestro invitado a Esta es Mi historia.

¿A qué edad conoció el fútbol?
Desde niño es algo que llevo en la sangre, en mi familia en el árbol genealógico ninguno jugó fútbol, a ninguno le gustaba. Nosotros somos 12 hermanos, de los cuales 7 fuimos varones y a ningún otro le llamó la atención, ni a los primos, ni a los tíos. Es algo que no pude descubrir de dónde salió ese amor por el deporte en general. Recuerdo que en el bachillerato, en el Instituto Técnico Industrial, me decían Coldeportes porque estaba en la selección de baloncesto, en la de voleibol, era el mejor corredor de largo aliento, estaba en la selección de fútbol y fue algo muy natural. Desde niño ese liderazgo fue interno. El primer equipo que yo organicé fue a los 7 años. Siempre fui como de avanzada. Mi papá era carpintero, además de su trabajo como obrero. Había un espacio en una esquina y a mi papá le cogimos unos troncos, hicimos dos porterías y comenzamos a jugar allí. Y cualquier día armamos un campeonato y yo armé mi equipo que se llamaba Pereira, porque me encantaban los colores rojo y amarillo. Compré un iris y a todo el mundo le pedía una camisa blanca, de político o de lo que sea, las metimos en una olla y las camisetas salieron amarillas. Entonces es algo que nació conmigo. 

¿En qué más trabajo cuando era niño?
De pequeño yo cogía y armaba mi carro de madera, me iba pa’ las canchas para probar el guarapo, porque tenía la intención de ayudarme y montar un negocio. Mi mamá hacía un guarapo con concha de piña y ninguno de los que iban a las cachas hacían ese guarapo. Yo montaba las piñas, les sacaba las conchas, las fermentaban un poquito y mi guarapo no duraba nada, eso se vendía, el mejor guarapo que se vendía en la cancha era el mío. Fui vendedor de fritos, me levantaba a las 4 de la mañana, le vendía a una empresa de fritos, salía a vender mis fritos y me convertí en el mejor vendedor, pero dije ya. Entonces yo siempre he sido el de los retos.

¿No pensó en seguir en el atletismo?
El atletismo... el cuento es algo casual, el profesor Ernesto Berrío, profesor de atletismo, hizo la prueba de los 12 minutos, el test de cooper, y yo no sabía que tenía esa capacidad. Cuando terminé la prueba, que dejé regado a todos los compañeros, me llamó aparte y me dijo: ‘en mi vida nunca había visto un muchacho que hiciera bajar los tiempos en el test de cooper’. Me animó y me puse a entrenar atletismo, hice 12 pruebas y todas las gané. Tenía el talento, pero realmente no me gustaba, porque era levantarme a las 4 de la mañana, irme a pie hasta la Industrial y yo vivía en La Alboraya, además de caminar hasta la 30 para coger el bus para el colegio. Y me gustaba más el fútbol.

¿Jugando fútbol cómo le iba?
Mi pasión siempre fue el fútbol, pero cuando terminé el bachillerato estuve en una preselección del Atlántico y me di cuenta que tenía que hacer una elección: continuar en el fútbol o me voy a la universidad. Y me di cuenta que yo podía ser jugador de fútbol profesional, pero voy a ser ‘Lucho’ Grau, voy a ser Rafa Méndez, un regular, de segundo nivel, de 2 o 3 millones. Yo siempre he sido ambicioso, en el buen sentido de la palabra, siempre he querido hacer las cosas y ser el mejor, entonces no me daba.

¿En cuál posición jugaba?
Mi primera posición fue de 9, excelente en lo individual, pero tenía un gran problema cuando me enfrentaba al arquero. El entrenador que tenía, que era un vendedor de lotería, el señor Mendoza, me decía: ‘Bolívar, sacas uno y sacas otro y siempre sales con un chorrito de meao’. Y yo preocupado siempre pensé que era un tema de alimentación. Luego me di cuenta, cuando tuve mi primer entrenador preparado, que era el profesor Alfredo 'Pato' Araújo, que el problema mío era de técnica, de como colocar el pie de apoyo, como colocar el empeine. Eso nos da la importancia hoy de que los chiquitos necesitan de maestros para poder enseñarles muy bien. Luego, por mi talla, porque no crecía, me bajaron a volante de creación. Y cuando me gano la beca en la universidad había una necesidad de lateral derecho. El profesor Araújo me colocó allí, me gustó, más que lateral era un delantero, a mí el delantero tenía que marcarme. Al profesor Araújo le encantaba ese estilo mío de juego y me sirvió tanto el fútbol que gracias a él fue que pude estudiar.

¿Qué quiso estudiar?
Yo soy un odontólogo frustrado. Yo me enamoré de la odontología, el doctor Adolfo Martínez me hizo enamorar de la odontología. Me hacía entrar a su consultorio en el Seguro Social de la 14 y me decía: 'mijo, este instrumento se llama así, pásamelo, voy hacer este procedimiento'. A él le encantaba que yo estuviera ahí, pero el tema económico era difícil. 12 pelaos en la casa, mi papá era un obrero. Me fui a Bogotá en un carro de piña de un primo a presentarme en el Colegio Odontológico de Bogotá, hice el examen y pasé. Pero después, cuando salgo del examen: '¿dónde me quedo?' Entonces quedé, pero no tenía donde quedarme a vivir. Cuando regresé triste me fui a Cartagena, tenía familia allá, vieron mi tristeza y me dijeron 'aquí te apoyamos'. Me presentaron en la Universidad de Cartagena, tenía donde quedarme, pero no quedé. Cuando regresé me encontré una carta donde me invitaban a aspirar a una beca en lo que yo quisiera estudiar en la CUC, si pertenecía al equipo de microfútbol. Pasé los filtros, pasé las pruebas y decidí estudiar la licenciatura en deportes en la CUC. Eso me fue abriendo caminos. Luego vino la época de especializarme para ser entrenador de fútbol, fui a Cali a la Escuela Nacional del Deporte. Dirigí las selecciones Atlántico, pienso que fue una satisfacción grande. Trabajé tres años en el Junior, trabajé en el Real Cartagena un tiempo. Y después logré crear el proyecto maravilloso como es la Escuela Barranquillera, que ya en 30 años nos ha dado felicidades inmensas.

¿Cómo se dio su ingreso a Junior?
En el año 1988, que Eduardo Carrillo me invita a ser parte del roster de entrenadores de Junior, llega una invitación del Mundialito de Caracas. El profesor Dulio Miranda, recién nombrado coordinador, vio un potencial en mí, yo manejaba esa categoría que participaría en el Mundialito y nos fuimos a Caracas. Apenas tenía 27 años, primera vez en mi vida que me montaba en un avión, pero no dudé, atrevido, yo voy, yo los llevo.

¿Cómo les fue en el Mundialito?
No me dejaron reforzar con ningún jugador de otro equipo, llevamos lo que teníamos y en Caracas nos encontramos en el grupo a Boca Juniors de Argentina, Real Madrid y Porto de Portugal. Nos salvó la papeleta ‘Toco Toco’. Primer partido, la gente del Junior en el estadio, camisetas en el estadio principal de Caracas, pero íbamos perdiendo por goleada. Miro para atrás, ‘Toco Toco’ era un mago en ese momento, era una novedad de esos chicos que se ponían la pelota en el cuello, en la oreja, en la nariz, debajo de la pierna. Le dije: ‘calienta, que quedan 7 minutos’. Comienza con la maravilla y de pronto vemos que los periodistas van abandonando el partido, se van a donde está calentando ‘Toco Toco’. Todas las cámaras y el público pendiente de él. Entró ‘Toco Toco’ y eso pudo haber durado 2 minutos en la cancha, pero terminó el partido y todo el mundo se olvidó de los 9 goles que nos hizo el Real Madrid. Todas las entrevistas fueron para ‘Toco Toco’. Al otro día Boca Juniors de Argentina y cuando íbamos perdiendo 8-0 el público comenzó ‘Toco Toco’, ‘Toco Toco’... Comenzó a hacer malabares y fue lo mismo, terminamos goleados con el Porto también, pero parecíamos un equipo que había ganado todos los juegos porque a la gente le encantó lo diferente. Los rivales eran unos chicos con unas tallas impresionantes, los nuestros eran unos chiquitines. Pero mira que de esos chiquitines logramos que jugaran profesionalmente Juan Carlos Beltrán y Juan Carlos Cantillo.

¿Qué otros recuerdos le quedan de esa experiencia?
Esa fue mi primera experiencia y lo más duro fue que el negro Édgar Perea tenía su programa Comentando los deportes. Me llegó un casete donde el negro se había despachado conmigo: '¿Qué pata parió ese huevo? Ese Carlos Bolívar de dónde lo sacaron, lo conocerán en el patio de su casa'. Fue durísimo. Yo escuché el tema y como he sido un hombre de retos, dije que esto a mí no me va a ablandar. Yo llegué a Barranquilla y resulta que me hizo famoso. Me sirvió porque de desconocido pasé a ser un conocido, que el negro Perea te dedique 15 minutos, así sea echándote vainas, eso fue grande. Además, me estimuló para seguir estudiando, seguir preparándome. Dos años después, Perea me invita a su cabina para felicitarme porque la Selección Atlántico en el año 1990 jugaba maravilloso.

Cuéntenos más sobre esa Selección...
Fue mi primera Selección, clasificamos en Barranquilla en el zonal, fuimos a Sincelejo y estuvimos a punto de ser campeones. Hubo un aguacero que pegó en Sincelejo, contra Valle del Cauca íbamos ganando 1-0 y ya los chicos nuestros estaban con las maletas en el estadio, terminaba el partido y nos regresábamos a Barranquilla, el aguacero duró como cuatro horas y después duramos nosotros cuatro horas más esperando que la Liga de Fútbol me resolviera dónde se quedaban esos muchachos, porque al otro día había que jugar el partido. Recuerdo que a las 12 de la noche encontramos un par de habitaciones en un hotel, yo no sé cómo hicieron para pagar. Yo vi muchas dificultades para los pelaos. El técnico de Valle era Reinaldo Rueda y tenía a Giovanni Hernández, Franky Oviedo, entre otros. Posteriormente perdimos 2-1, pero fue una selección con buenos jugadores: Nixon Pérez, ‘El Toqueto’ Hernández, Víctor Miranda, Ricardo Ciciliano, ‘Pito pito’ Martínez. Varios fueron jugadores de fútbol profesional. Dirigí la selección prejuvenil y la juvenil, enfrenté en Antioquia a Luis Fernando Montoya, en Valle a Reinaldo Rueda, en Bogotá a Basílico González, en Bolívar a Hubert Bodhert...

¿Por qué no siguió su carrera como entrenador?
Yo tenía una gran proyección para ser entrenador de fútbol, iba superbien. Armé un equipo que se llamaba Deportivo Barranquilla, era técnico de la Selección, era técnico de la Escuela Barranquillera, el Deportivo de Barranquilla me contrató para un torneo de Primera C, armé un equipazo. Iba muy bien hasta que El Heraldo publicó un titular que decía: ‘La Liga de Fútbol del Atlántico sepultó a Carlos Bolívar como entrenador’, porque después de haber trabajado seis meses el Distrito me delegó para que trabajara con la Liga y la Selección prejuvenil. Armé una selección espectacular con Rojano, César Poveda, entre otros. Fuimos a Baranoa, que tenía un equipo de primera C buenísimo, jugamos con ellos el 31 de diciembre, le dimos un paseo, y cuatro día después era el torneo en Medellín, el equipo estaba a punto, y al otro día nombran un nuevo director deportivo de la Liga, que venía con todo su equipo y eso me dio una tristeza, frustración. Esto fue exactamente en el año 1997, los periodistas y mis amigos preocupados, que vieron mi trabajo, vieron ese equipo, no compartieron eso. Yo juré que me retiraba como entrenador y que, a falta de dirigentes, porque eso es una negligencia, les dije que no iba más y así publicó El Heraldo.

¿Qué hizo después?
Me fui a Cuba a hacer una especialización en Alta Gerencia Deportiva. Le he cumplido a todos, me he dedicado a estar de director general de la Escuela Barranquillera, de ese proyecto bonito que ha crecido mucho, comenzamos en 1990 con 40 chicos, ya hoy tenemos más de 3000. Tenemos cuatro sedes de grupo formativos y competitivos, tenemos tres sedes de la fundación y estamos felices de que las cosas se nos han ido dando y que los pasos que hemos dado los hemos dado acertadamente y de la mano de Dios. Y hay muchas cosas por hacer. 

¿También tuvo experiencia en el arbitraje?
Yo he sido un hombre de decisiones. Por ejemplo, cuando estudiaba en la universidad llegó Alberto Llanos, organizó un curso para los que querían ser árbitros de fútbol de salón y yo tuve una posibilidad de ganarme ahí unos pesitos y aprender algo nuevo. Terminé el curso y el profesor Alberto me puso de planillero en el primer torneo. Y yo planillero no quiero ser, después me puso de juez de línea y le metí con toda. Y yo no quiero ser juez de línea, terminé siendo uno de los mejores árbitros del fútbol de salón del departamento, terminé siendo el Presidente del Colegio de Árbitros de fútbol de salón del Atlántico, terminé yendo a cuatro torneos nacionales como árbitro principal. Y dije que después de presidente no hay más nada, decidí que no voy más, ya llegué al techo.

¿Cómo nace la Escuela Barranquillera?
Nació tras una decisión del presidente del Junior en ese momento, Hernán Yunis. Yo tenía la categoría infantil y preinfantil con dos años de trabajo, Carlos Ricardo Diazgranados apoyaba ese par de grupos que jugaban muy bien al fútbol. Pero Hernán Yunis dijo que al Junior le salía muy costoso un pelaíto de 10 o 12 años llevarlo al profesionalismo, es un tipo excelente en los temas de los números y demostró que eso valía mucho dinero. En ese momento Junior había conseguido a Víctor Pacheco, tenía 17 años, y preferían comprar jugadores de mayor edad, que le iban a costar menos, y acabaron con esas categorías. Entonces yo a esos hijos míos no los iba a dejar abandonados. Con Carlos Ricardo y Jaime Angulo decidimos crear un proyecto que fue una lista innumerable de nombres. El 7 de abril coincidía y, bueno, Escuela Barranquillera nació ya con unos chicos, de 5 mil habíamos escogido 40 jóvenes y por eso la selección Atlántico del año 90 fue la base de la Escuela Barranquillera.

¿Cuál fue el primer jugador que vendieron?
Ese mismo año transferimos a nuestro primer jugador al América de Cali, que fue Raúl de la Hoz. También aparece Víctor Miranda y comenzamos en grande. El reto era después de estudiar dejar de ser el entrenador. Quería fortalecerme administrativamente y marcar una diferencia en el tema organizacional, para que la Escuela Barranquillera se consolidara rápido. Así sucedió y la intención es cada día hacerla crecer y que los chicos sueñen con trascender en el deporte. Tengo claro que lo más importante es su formación humana. De más de 8000 chicos que han pasado en más de 30 años por la escuela, solamente 36 han sido futbolistas profesionales, eso indica que hay que trabajarle al tema humano para poder encontrar los médicos, los abogados que día a día vemos triunfando felices en sus diferentes actividades y que realmente nos enorgullece de poder aportarle a la formación humana de esos muchachos.

¿Hay que aputantarle a todos por igual o el que tiene pinta de crack tiene trato especial?
El futbolista es un accidente. Los profesores la tienen clara, que no le apuntemos a uno, apuntemos a todos, porque cuando le apuntamos al uno, a ese uno vamos a deformarlo, porque se la cree, porque se cree diferente al resto, porque él es el crack, porque a él hay que darle los guayos, hay que darle el uniforme, hay que esperarlo, si llega tarde, juega, si no entrena, juega... No, aquí lo más importante es el ser, cuando el ser se ha ganado las cosas. Los chicos nuestros que han sido profesionales no eran los más importantes deportivamente, no eran los que más se destacaban. William Tesillo llegó siendo el número 27 en la fila, pero Tesillo con su voluntad, con su disciplina y con su perseverancia fue ganando posiciones de 25, 24, 20, 7, tanto así que a Tesillo cuando nosotros lo transferimos al Boca Juniors de Cali no esperábamos que lograra llegar a la Selección Colombia. Alexis Pérez igual, nosotros decíamos que Alexis Pérez iba a ser periodista. Luis Fernando Muriel en un torneo en ese momento de Asefal se destaca y el Deportivo Cali lo ve, el profesor Agustín Garizábalo le hace seguimiento, juega profesional, mete tres goles al Once Calda y se dispara, se va para Europa. Y pocos veían en Luis Fernando el chico que es hoy. Así ha pasado con todos. Los primeros de la fila nunca fueron profesionales, porque se acomodaron, porque se confiaron en que jugar bien al fútbol era suficiente. Los otros no, llegaban antes al entrenamiento, se quedaban haciendo su trabajo complementario, se alimentaban mejor, escuchaban el consejo. Esa experiencia se transmite al resto de los chicos y es un mensaje para todos: enfermamos al talentoso y nos olvidamos del resto. Todos son prioridad.

¿Cuándo empezó a organizar torneos?
Yo coloco un ejemplo: si yo tengo unas confecciones y no armo una vitrina para mostrar la ropa que confecciono, ¿quién me la va a comprar? Entonces en el año 1990 hice el primer torneo y en ese momento La Fortuna era un gran club, yo tenía que invitar al mejor. Me traje el mejor de Medellín, que era Arco Zaragoza, y me traje a la Escuela René Higuita. Organicé un cuadrangular en el estadio Romelio Martínez y ahí dije que esta vitrina es clave. Ahí fue donde logramos transferir a Raúl de la Hoz al América de Cali, en nuestro primer torneo. Luego aparecen los amigos Wilfrido Solano, Julio Barrio y Juan Pedro Berdugo, me invitan para que les ayude a organizar un certamen y nace Asefal, una vitrina grandísima. No soy del estilo que voy a llevar a este chico pa’ que lo vea X o Y equipo, yo invito a esos cazatalentos que vengan a los torneos donde nosotros participamos, que ellos mismos, si se van a equivocar, que se equivoquen ellos, como se equivocaron con Ever Salas. A Ever Salas lo llevamos a un torneo en Medellín y el Medellín dice ese es el que me gusta y ese no. Y resulta que Ever Salas logró ser futbolista profesional, pero no era el mejor del grupo. Ahora más internacional tenemos Caribe Champions. Es la única forma en que los cazatalentos puedan ver en su máxima dimensión a los muchachos de cualquier club”.

¿Qué le falta por hacer?
“El gran sueño de mi vida es tener una sede deportiva propia, yo tengo en borrador la maqueta, los planos, porque no quiero tener más de tres mil chicos regados en la ciudad. El sueño mío es poder reunirlos en un solo espacio, en donde pueda hacer una sola visita, la semana no me alcanza para ir a todos los barrios. Etonces quisiera concentrarlos a todos en un solo espacio y poder tener allí la sede deportiva con los espacios habitacionales, con los restaurantes, con toda la parte recreativa, las piscinas, ese es el gran sueño. Yo he sido un tipo de paciencia. Eso lo va a dar el jugador del millón de dólares, cuando logremos transferir directamente un jugador de la Escuela por esa cifra. Por eso me atreví a descubrir un espacio en Europa, en España con el Levante, me dieron esa oportunidad de llegar al Levante. El día que vendamos ese jugador y nos dé el honor de construir una sede, la sede va a llevar el nombre de ese jugador. Ese es el gran sueño”.

¿Cómo es el convenio con Levante?
Nos abren las puertas, tenemos la posibilidad de llevar nuestros chicos talentosos y que ellos durante dos o tres meses lo trabajen. Si el chico llena las expectativas nos firman una opción de compra. Y lógico que el euro seguro que produce mucho más que el peso colombiano. Hacer una negociación directa con el chico por 600 mil euros, un millón, de acuerdo a la calidad del chico, ese ingreso va ser directo para ese gran sueño que es la sede deportiva.

¿En algún momento han pensado que la Escuela Barranquillera se convierta en un club profesional?
Es muy rico poder ir a cualquier rincón del país y recibir el reconocimiento de la Escuela Barranquillera, ir a otros países y mirar que no estamos distantes de lo que están trabajando. Yo nunca he tenido como sueño que la Escuela Barranquillera llegue al fútbol profesional como Escuela Barranquillera, si las cosas se dan, si el camino y Dios creen que debes hacerlo, si aparece el empresario, si aparece alguien para montar un proyecto de esto y llevar a estos chicos a la Primera C, a la primera B, ya es otra cosa. Pero no hay afán, esperemos que eso si se va a dar, que se dé. Estoy contento de poder formarlos y llevarlos muy joven a otros equipos del fútbol profesional.

¿Está satisfecho con lo que ha hecho en su vida?
Yo soy un hombre feliz, muy feliz. Y como entrenador fui bueno, estuve en un muy buen nivel, a la gente le gustaban muchísimo los equipos que yo dirigía. Y como dirigente deportivo tengo muchos allegados, muchas personas que emulan lo que estoy haciendo, me preguntan, les ayudo. Me sigo preparando, después de ir a Cuba hice una maestría en el Instituto Superior de Barcelona, España. En Bucaramanga hice una gerencia deportiva y me mantengo estudiando, porque en la medida que pueda aprender cada día voy a poder llevar mejor las cosas. Me he ido a recorrer el mundo y gracias a Dios monté en avión a los 27 años, de ahí en adelante no me he bajado y es la intención porque tú tienes que aspirar siempre a ser mejor. Ya conozco 14 países y estoy satisfecho, soy un hombre feliz, con muy buena salud, con muy buena actitud. Me gusta recordar qué hubiese pasado conmigo en cuatro paredes la única vez que fui empleado en la Universidad del Norte durante ocho años. Me salía de la oficina, dejaba a mi asistente, me iba para el coliseo, pa’ la cancha, a los espacios abiertos, lo mío es irradiar a la gente de muy buena energía, estimular, porque el deporte definitivamente es un vehículo clave para mejorar una sociedad. A los 45 años dije no trabajo más, voy a dedicarme a vivir. Tengo un equipo maravilloso que permite vivir con tranquilidad.
 

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