Ciclismo. El pedalista dice que no cambiaría nada de su polémica carrera.
El exciclista estadounidense Lance Armstrong dice que no consigue suavizar el pasado contaminado que protagonizó y que le costó perder los siete títulos del Tour de Francia que había logrado, en la primera parte de un documental que ha emitido la cadena ESPN.
En medio de expresiones insultantes que ha recibido desde que se le descubrieron todas las mentiras y el dopaje sistemático que tenía establecido, Armstrong admite en el documental ‘Lance’ que siempre habrá personas que lo rechacen por todo lo que sucedió.
Durante la emisión de la primera parte del documental realizado por la periodista Marina Zenovich, su imagen de villano no la modifica para nada, ni tampoco aporta nada nuevo que no se conociese en la historia de una trayectoria polarizada del deportista que alcanzó lo más alto y ahora vive en la desgracia del “olvido” y sin tener tampoco interés de cambiar las cosas.
Armstrong, de 48 años, que avasallaba a sus rivales y no se ponía límites, en las ocho entrevistas que le hizo Zenovich desde marzo del 2018 al agosto del 2019, reiteró que estaba diciendo su “verdad”, sin importar lo que pudiesen pensar las personas que vean el documental.
Tras haber pasado ocho años desde que se descubrió todo el engaño del dopaje, Armstrong confirmó que su historia deportiva es compleja y única.
De ahí, que no hubo temas prohibidos durante la primera parte del documental, aunque mantuvo su tradicional estrategia de tratar de desviar o cambiar un asunto que no quería desarrollar, pero al final por lo visto se trató de un documental del que nadie salió completamente satisfecho, especialmente el protagonista.
Tratar de sacarle la verdad a Armstrong se produjo después de que sus años de mentiras lo prepararon para lo que dijo que necesitaba: “Una crisis nuclear”, cuando la Agencia Antidopaje (USADA, en inglés) lo acusó de usar y traficar drogas para mejorar el rendimiento como parte de un gran escándalo de dopaje.
Al confirmarse los hechos, Armstrong fue despojado de sus siete títulos del Tour de Francia y empañó para siempre su legado.
A lo largo del documental, Armstrong insiste en que no cambiaría nada y se mantuvo desafiante en ciertos temas, por ejemplo, que no utilizó su base, Livestrong, como un escudo contra la idea de que podría estar haciendo trampa, aunque admite que sí utilizó la enfermedad del cáncer como escudo y se pregunta si su dopaje condujo a su cáncer testicular.
Aunque Armstrong dice que ha seguido adelante, claramente todavía guarda algunos rencores, como uno contra su compatriota Floyd Landis, su antiguo compañero de equipo convertido en denunciante.
Landis presentó la demanda contra Armstrong, quien finalmente llegó a un acuerdo con el gobierno federal por cinco millones de dólares en lugar de los 100 millones que buscaba por daños.
El documental también permite a los espectadores que siguieron la primera parte ver a un Armstrong que se ha dado cuenta de que existe, está vivo y tiene más horizontes que quedarse solo en el entorno de su familia e hijos, además de mostrar si realmente ha cambiado en sus formas.
Armstrong admite que algunos fanáticos siempre estarán “enfurecidos” con él por su trampa en el Tour de Francia.
El exciclista tejano, un nativo de Austin, hizo alarde de una “peineta” en la escena de apertura y relató una historia con calificación X, y otra del incidente que vivió fuera de un bar, donde de forma reiterada le dedicaron la expresión desearle lo peor y llamarle el “rey del engaño”.
“Cuando mi vida dio el giro que me tomó, me dije a mí mismo, donde quiera que vaya por el resto de mi vida, alguien se me acercará y me insultará”, comentó Armstrong. “Así que pasaron un par de días y nadie dijo ese insulto que nadie quiere escuchar. Luego pasaron los meses; hasta que después de cinco años volvió a suceder”.
Armstrong destacó que durante ese tiempo había conseguido saber cuándo alguien quería insultarlo, pero nadie lo hacía. “Hasta que un grupo de varios hombres, que estaban en un bar me vieron” y comenzaron a insultarlo y a decirle que era el “rey de los tramposos”.
“La persona que me acompañaba, con buen criterio, me aconsejó que me subiese de nuevo en el coche y me alejase de la zona cuando ya estaba listo para llegar al grupo y golpear al primero que me insultó. Lo que, obviamente, habría sido una mala idea”, explicó Armstrong. “Como lo habría hecho la mayor parte de mi vida cuando estaba contrariado y enojado”.
Sin embargo, aunque abandonó el lugar, Armstrong explicó que no podía que el incidente quedase sin aclarar y entonces tuvo la idea de llamar al bar, darle el número de su tarjeta de crédito y pagarle todo lo que hubiese consumido el grupo que lo insultó.
“Mi única condición fue les dijese que Lance (Armstrong) se encargó de todo y les envía su cariño, aunque sé que algunos me van a rechazar siempre”.
En cuanto al dopaje dijo que lo hizo siempre, desde los 21 años, de una u otra manera, pero porque era lo que se daba dentro del mundo del ciclismo, algo que esperaba explicar en la segunda parte del documental que la cadena ESPN tiene previsto emitir el próximo domingo.