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Opinión. El Tiburón juega la Copa con la certeza de tener equipo para ganarla.

La de 2019 no es una Copa Libertadores más para Junior. La decimoquinta participación en el torneo continental llega cubierta con el rótulo de favorito por primera vez en su escudo. Nunca antes el juniorismo se llegó a animar a decir, sin miedo y temor a la burla, "vamos por el título que da gloria eterna".

Esto no ocurrió ni cuando en 1994 se rozó la final en aquella serie semifinal perdida ante Vélez desde ese punto blanco que tanto atormenta a los rojiblancos. Ese mismo que en diciembre pasado impidió la gesta de lograr 'la otra mitad de la gloria' continental.

Más allá de que cualquier hincha siempre piensa en alcanzar los máximos honores, esa petición de ser incluido en el libro de candidatos no se gritó a todo pulmón ni el año anterior con el 'ChaTeo' como estandarte.

Mucho menos en 2017 cuando no pudo ni siquiera ingresar a la fase de grupos al caer ante el modesto Atlético Tucumán, con el inolvidable Edinson Toloza como esperanza de gol.

Justamente ese mimo año, meses después de esa nueva frustración internacional, comenzaron los cimientos que hoy tienen a un equipo pisando fuerte y con libertad para soñar.

Una semifinal de la Sudamericana, superada luego con un final que se mereció coronar, además de quitarse por el fin el peso de alcanzar la tan anhelada octava estrella, fortalecieron a un equipo que, precisamente es eso: un equipo.

Julio Comesaña, quien es hoy noticia negativa por su polémica salida de Colón de Santa Fe, armó la estructura de un conjunto que el mundialista Luis Fernando Suárez ha mantenido y tratado de mejorar.

Y, contrario a su predecesor uruguayo, el antioqueño no tiene temor en venderle a sus dirigidos la idea de que es posible llegar a esa primera histórica final a partido único, que se jugará en Santiago de Chile en el mes de noviembre. (Lea: "Mi carrera como entrenador terminará pronto, pero quiero irme bien", Suárez).

Salvo por llegar al debut sin sus lesionados centrales titulares, el onceno hoy da seguridad por tener un arquero (Sebastián Viera) experimentado y que hasta aporta gol.

Un lateral derecho (Marlon Piedrahita) escogido como el mejor de América en 2018 y un zurdo (Gabriel Fuentes) que promete acabar el dolor de cabeza de esa posición incluso en la Selección Colombia.

En el mediocampo cuenta con un Víctor Cantillo que es capaz de ayudar a quitar balones para luego construir el juego y poner pases de ensueño. Un argentino (Fabián Sambueza) que no solo recuperó su fútbol sino también sus goles.

Un chileno mundialista (Matías Fernández) que llegó a darle un salto de calidad a un equipo que tiene en otro Rey de América como él el eje para que todo el circuito ofensivo se mueva de la mejor manera. Y aunque ese otrora artillero made in La Chinita ha perdido pólvora, aún es capaz de dar en el blanco por su inagotable calidad.

Y, para mí, por lo que más se puede soñar es porque cuenta con un guajiro que es capaz de desequilibrar a toda una defensa él solo. Un chico que demuestra que quiere ser grande cuando no solo reconoció de labios para afuera que tenía problemas de gol, sino que trabajó y mejoró. Con Luis Díaz, no solo los junioristas y sino los colombianos, esperamos ver ese Juan Pablo Pino que no fue.

Hoy, ante ese mismo Palmeiras que el año pasado dio un duro golpe a la ilusión, comienza la histórica Libertadores de Junior camino a la gloria eterna. 

Por: Ronald Soto Toncel - Twitter: @ronaldodavid01

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